En Colombia, los esfuerzos por acercar la ciencia y la tecnología a las regiones han enfrentado históricamente barreras estructurales asociadas a un modelo de desarrollo altamente centralizado. Según el DANE, más del 60 % de la inversión pública en 2024 se concentró en solo cinco departamentos, mientras que territorios como Vaupés y Guainía recibieron menos del 1 %. A esto se suma la brecha digital: aunque el 63 % de la población accede a internet, en zonas rurales apenas el 21,6 % utiliza activamente tecnologías de la información, lo que evidencia una profunda desigualdad en el acceso a herramientas clave para el desarrollo.
Frente a este panorama, Rotorr – Motor de Innovación, una organización sin ánimo de lucro creada en el seno de la Universidad Nacional, emerge como una alternativa disruptiva. Su enfoque parte del principio de que la innovación debe construirse desde el territorio, con proyectos que nacen y se ejecutan directamente en las regiones, desafiando la concentración de capacidades en los centros urbanos y proponiendo una forma de desarrollo basada en la colaboración.
“Nuestra apuesta ha sido transformar la innovación en un ejercicio práctico que resuelve problemas reales del país. El mayor logro de Rotorr ha sido devolver la esperanza a las regiones, sin miedo al éxito ni al cambio”, aseguró Jaime Alonso Restrepo, director ejecutivo de Rotorr.
Desde su creación en 2022, la organización ha articulado conocimiento académico, capital relacional y voluntad pública bajo una lógica de co-creación con comunidades y actores institucionales. En solo dos años, se ha vinculado a más de 140 empresas, muchas de ellas emergentes, generado más de 340 mil millones de pesos en facturación, creado 900 empleos directos y desplegado 62 proyectos de desarrollo productivo en ocho departamentos.
En escenarios como el Bajo Cauca, Mapiripán o Cimitarra, Rotorr ha instalado “laboratorios de paz” donde víctimas del conflicto armado, campesinos, empresarios y funcionarios públicos trabajan juntos en procesos de transformación productiva. A la fecha, han desarrollado 12 bioproductos orientados a mejorar la productividad agrícola y la salud ambiental, mientras forman a más de 500 jóvenes en tecnologías emergentes y movilizan a 300 profesionales del conocimiento hacia labores de campo.
“Rotorr no trae soluciones empaquetadas: acompaña, escucha y activa capacidades locales para que los mismos territorios lideren sus procesos de innovación”, agregó Restrepo.
Más que una iniciativa institucional, Rotorr se consolida como un modelo replicable de cómo cerrar las brechas entre conocimiento y desarrollo. Su apuesta por la colaboración efectiva entre academia, sector privado, Estado y comunidades ha demostrado que la innovación no solo debe pensarse desde los escritorios, sino construirse con y desde las realidades del país profundo. “Aprendemos haciendo. La innovación se genera en los territorios y luego transforma las decisiones desde los centros”, concluyó Restrepo.