Colombia está entrando en una etapa decisiva para consolidar su infraestructura digital. En una región donde Brasil y México lideran la atracción de inversión tecnológica —con 196 y 173 datacenters respectivamente— el país avanza con 42 instalaciones operativas o en construcción y un mercado que podría pasar de USD 442 millones a USD 1.160 millones en 2030, según Arizton Advisory & Intelligence. La competencia ya no se limita a quién tiene más centros de datos, sino a quién logra convertir esta infraestructura en un motor económico real.
El crecimiento de los datacenters en Colombia está impulsado por sectores que hoy dependen de operaciones digitales críticas: comercio electrónico, banca, salud, manufactura, logística y servicios públicos. Todos ellos necesitan procesar datos con baja latencia, garantizar continuidad operativa y adoptar tecnologías como inteligencia artificial, automatización y ciberseguridad. Los 42 centros identificados por Datacenters Map reflejan un ecosistema que comienza a sofisticarse y a elevar sus estándares técnicos.
La urgencia se refleja también en las tendencias globales. Un análisis de McKinsey estima que hacia 2030 el mundo necesitará USD 6,7 billones para ampliar y modernizar datacenters, impulsados en un 70 % por cargas de inteligencia artificial. Esta demanda sin precedentes convierte a los datacenters en infraestructura estratégica y obliga a Colombia a avanzar.
Los beneficios se reflejan también en indicadores macroeconómicos. Según el estudio El impacto socioeconómico de la infraestructura de datos en Colombia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entre 2024 y 2030, la infraestructura de datos podría aportar entre USD 6.236 millones y USD 42.121 millones al PIB nacional, aumentar los salarios en 0,9 % y reducir el desempleo en 0,4 %. No es solo tecnología: es productividad, ingresos y competitividad.
Las empresas que operan infraestructura crítica ya ven este impacto. “Los datacenters se están convirtiendo en un motor económico tan relevante como la infraestructura vial o energética. Atraen inversión, elevan la competitividad y permiten que regiones enteras ganen productividad y conectividad”, afirma Luis Gabriel Castellanos, Country Manager de IFX. Su análisis señala que cada nueva instalación genera las condiciones para que industrias digitales y tradicionales operen con mayor eficiencia.
Asimismo, el impacto económico es amplio ya que la construcción de un datacenter activa sectores como ingeniería, obras civiles, climatización, seguridad, energía y servicios profesionales, y su operación genera empleo especializado en nube, redes, automatización, ciberseguridad y mantenimiento crítico. Este efecto multiplicador se extiende a proveedores regionales, cadenas de suministro y servicios complementarios.
Para los ciudadanos, el impacto también es directo. Los datacenters locales reducen la latencia, mejoran tiempos de carga y fortalecen servicios esenciales como banca digital, pagos, telemedicina, videollamadas, comercio electrónico, educación virtual y plataformas gubernamentales. “Un datacenter local disminuye la latencia, reduce fallas y mejora el desempeño de procesos en sectores como financiero, salud o comercio”, explica Andrés Felipe Ramírez, gerente regional de ingeniería de red y voz en IFX.

